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Verónica M. - Ciudad de México
Verónica M. - Ciudad de México

"Ir a casa de mis suegros era un infierno. Sentía sus miradas clavadas, juzgándome como 'mala madre' porque mi hija no paraba quieta. Este domingo, después de un mes con La Onda de la Atención, mi suegra me abrazó y me dijo al oído: 'Lo estás haciendo muy bien'. Esa frase me quitó un peso de años. Gracias."

La Onda de la atención

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Patricia S. - Lima, Perú
Patricia S. - Lima, Perú

"Mi familia se estaba rompiendo... Cada 'consejo' de mis padres era una crítica que terminaba en una pelea terrible con mi esposo. La presión nos estaba destrozando. El domingo, después de empezar con La Onda de la Atención, vi a mi papá, el más crítico de todos, tirado en el suelo jugando con mi hijo. Esa escena... esa escena nos salvó. Gracias por devolvernos la paz"

Andrés G. - Buenos Aires, Argentina
Andrés G. - Buenos Aires, Argentina

"Yo ya no quería ir a los cumpleaños. Era una tortura ver como excluían a mi hijo y le decían “raro”, verlo parado en una esquina, solo, mientras todos los demás jugaban y se reían, me daban ganas de vomitar de la rabia y la impotencia. Sentía que estaba fallando como padre. Pero desde que empezamos con La Onda de la Atención, algo empezó a cambiar. Ayer, en una fiesta, lo vi en medio de un grupo, corriendo y gritando con ellos. No estaba en la orilla. Estaba en el centro. Por primera vez en años, pude sentarme y tomarme un café sin tener ese nudo en la garganta. Gracias Dra. Navarro. De verdad, gracias"

Javier L. - Santiago, Chile
Javier L. - Santiago, Chile

"Yo sentía que me estaba volviendo loco. O invisible. Le podía decir 'Ponte los zapatos' mirándolo a los ojos, y un minuto después lo encontraba jugando sin zapatos, como si yo no existiera. Te juro, es una sensación horrible. Sientes que no te respetan. Te hace dudar de todo. Empecé a ponerle el audio de La Onda de la Atención sin mucha fe. El sábado, mientras cocinaba, le dije desde la cocina 'Por favor, pon la mesa'. No repetí la orden. Me preparé para la pelea de siempre. Y de repente... escuché el ruido de los platos. Fui al comedor y ahí estaba él, poniendo los cubiertos. Me vio y me sonrió. Una tarea tan simple... y para mí fue un milagro."

Isabella C. - Bogotá, Colombia
Isabella C. - Bogotá, Colombia

"Hablar por teléfono era imposible. Cada 10 segundos era un 'mamá, mamá, mamá...'. Me sentía ahogada, sin un minuto de paz. Te juro que amas a tu hijo, pero a veces sientes que no puedes ni respirar. Ayer, estaba en una llamada importante del trabajo. Mi hijo se acercó, me tocó el brazo... y en vez de gritar, esperó. Se quedó a mi lado en silencio hasta que terminé. Cuando colgué, me preguntó lo que quería, con calma. Ese pequeño gesto, ese respeto por mi espacio, me devolvió un pedazo de mi propia vida. Gracias a La Onda de la Atención, por fin siento que tengo el control"